Cardenal YOU: Vale la pena ser sacerdotes, estamos llamados a ser felices

L’Osservatore Romano habla con el Prefecto del Dicasterio para el Clero antes de la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones del 21 de abril

Andrea MONDA

Con vistas a la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones del próximo domingo 21 de abril, L’Osservatore Romano ha planteado algunas preguntas al cardenal prefecto del Dicasterio para el Clero, Lázaro You Heung-sik.

¿Qué es una vocación?

Antes de pensar en cualquier aspecto religioso o espiritual, diría lo siguiente: la vocación es esencialmente la llamada a ser feliz, a hacerse cargo de la propia vida, a realizarla plenamente y a no desperdiciarla. Este es el primer deseo que Dios tiene para cada hombre y cada mujer, para cada uno de nosotros: que nuestra vida no se apague, que no se desperdicie, que brille al máximo. Y, por eso, se ha hecho cercano en su Hijo Jesús y quiere atraernos al abrazo de su amor; así, gracias al Bautismo, nos convertimos en parte activa de esta historia de amor y, cuando nos sentimos amados y acompañados, entonces nuestra existencia se convierte en un camino hacia la felicidad, hacia una vida sin fin. Un camino que luego se encarna y se realiza en una opción de vida, en una misión específica y en las múltiples situaciones cotidianas.

Pero, ¿cómo se reconoce una vocación y cuál es su relación con los deseos?

Sobre este tema, la rica tradición de la Iglesia y la sabiduría de la espiritualidad cristiana tienen mucho que enseñarnos. Para ser felices -y la felicidad es la primera vocación compartida por

todos los seres humanos- es necesario no equivocarse en las opciones de vida, al menos en las fundamentales. Y las primeras señales de tráfico que debemos seguir son precisamente nuestros deseos, lo que sentimos en nuestro corazón que es bueno para nosotros y, a través de nosotros, para el mundo que nos rodea. Sin embargo, cada día experimentamos cómo nos engañamos a nosotros mismos, porque nuestros deseos no siempre corresponden a la verdad de lo que somos; puede ocurrir que sean fruto de una visión parcial, que surjan de heridas o frustraciones, que estén dictados por una búsqueda egoísta de nuestro propio bienestar o, incluso, a veces llamamos deseos a lo que en realidad son ilusiones. Entonces es necesario el discernimiento, que es básicamente el arte espiritual de comprender, con la gracia de Dios, lo que debemos elegir en nuestra vida. El discernimiento sólo es posible a condición de que nos escuchemos a nosotros mismos y escuchemos la presencia de Dios en nosotros, superando la tentación tan actual de hacer coincidir nuestros sentimientos con la verdad absoluta.

Por eso el Papa Francisco, al inicio de las catequesis de los miércoles dedicadas al discernimiento, nos invitó a afrontar el esfuerzo de escarbar en nuestro interior y, al mismo tiempo, a no olvidar la presencia de Dios en nuestra vida. He aquí que la vocación se reconoce cuando ponemos en diálogo nuestros deseos profundos con la obra que la gracia de Dios realiza en nosotros; gracias a esta confrontación, la noche de las dudas y de los interrogantes se despeja poco a poco y el Señor nos hace comprender qué camino tomar.

Este diálogo entre las dimensiones humana y espiritual está cada vez más en el centro de la formación de los sacerdotes. ¿Cuál es nuestra posición?

Este diálogo es necesario y quizás a veces lo hemos descuidado. No debemos correr el riesgo de pensar que el aspecto espiritual puede desarrollarse al margen del humano, atribuyendo así una especie de “poder mágico” a la gracia de Dios. Dios se hizo carne y, por tanto, la vocación a la que nos llama está siempre encarnada en nuestra naturaleza humana. El mundo, la sociedad y la Iglesia necesitan sacerdotes profundamente humanos, cuyo rasgo espiritual se pueda resumir en el mismo estilo de Jesús: no una espiritualidad que nos separe de los demás o nos convierta en fríos maestros de una verdad abstracta, sino la capacidad de encarnar la cercanía de Dios a la humanidad, su amor por cada criatura, su compasión por cualquiera que esté marcado por las heridas de la vida. Esto requiere personas que, aunque frágiles como todos los demás, en su fragilidad tengan suficiente madurez psicológica, serenidad interior y equilibrio emocional.

Son muchos son, sin embargo, los sacerdotes que viven situaciones de dificultad y sufrimiento. ¿Qué piensa de ellos?

En primer lugar, me conmueven mucho. He dedicado casi toda mi vida al cuidado de la formación sacerdotal, a acompañar y estar cerca de los sacerdotes. Hoy, como Prefecto del Dicasterio para el Clero, me siento aún más cercano a los sacerdotes, a sus esperanzas y a sus trabajos. No faltan elementos de preocupación, porque en muchas partes del mundo hay un verdadero malestar en la vida de los sacerdotes. Los aspectos de la crisis son muchos, pero creo que en primer lugar necesitamos una reflexión eclesial en dos frentes. El primero: necesitamos repensar nuestro modo de ser Iglesia y de vivir la misión cristiana, en la colaboración efectiva de todos los bautizados, porque los sacerdotes están muchas veces sobrecargados de trabajo, con las mismas tareas -no sólo pastorales, sino también jurídicas y administrativas- que hace muchos años, cuando eran numéricamente más.

En segundo lugar, es necesario revisar el perfil del sacerdote diocesano porque, aunque no esté llamado a la vida religiosa, debe redescubrir el valor sacramental de la fraternidad, de sentirse en casa en el presbiterio, junto con el obispo, sus hermanos sacerdotes y los fieles, porque, especialmente en las dificultades de hoy, esta pertenencia puede sostenerlo en el servicio pastoral y acompañarlo cuando la soledad se hace pesada. Sin embargo, es necesaria una nueva mentalidad y nuevos caminos de formación, porque a menudo el sacerdote es educado para ser un líder solitario, un “hombre solo al mando”, y esto no es bueno. Somos pequeños y estamos llenos de limitaciones, pero somos discípulos del Maestro. Movidos por Él podemos hacer muchas cosas. No individualmente, sino juntos, sinodalmente. Discípulos misioneros”, repite el Santo Padre, “sólo pueden estar juntos”.

¿Están los sacerdotes “equipados” para enfrentarse a la cultura actual?

Este es uno de los principales retos a los que nos enfrentamos hoy en día, tanto en la formación inicial como en la permanente. No podemos quedarnos encerrados en las formas sagradas y hacer del sacerdote un mero administrador de ritos religiosos; hoy atravesamos un tiempo marcado por numerosas crisis globales, con ciertos riesgos relacionados con el crecimiento de la violencia, la guerra, la contaminación ambiental y la crisis económica, todo lo cual repercute luego en la vida de las personas en términos de inseguridad, angustia y miedo al futuro. Y hay una gran necesidad de sacerdotes y laicos capaces de llevar a todos la alegría del Evangelio, como profecía de un mundo nuevo y brújula de orientación en el camino de la vida. Siempre se es discípulo, aunque se haya sido diácono, sacerdote u obispo durante muchos años. Y el discípulo siempre tiene algo que aprender del único Maestro que es Jesús.

Pero, en su opinión, ¿sigue valiendo la pena convertirse en sacerdote hoy en día?

A pesar de todo, sigue valiendo la pena seguir al Señor por este camino, dejarse seducir por Él, entregar la vida por su designio. Podemos mirar a María, esta joven doncella de Nazaret que, aunque turbada por el anuncio del ángel, eligió arriesgarse a la fascinante aventura de la llamada, convirtiéndose en Madre de Dios y Madre de la humanidad. Con el Señor, ¡nunca se pierde nada! Y quisiera decir una palabra a todos los sacerdotes, especialmente a los que en este momento están desanimados o heridos: el Señor nunca rompe su promesa. Si Él los ha llamado, no les faltará la ternura de su amor, la luz del Espíritu, la alegría del corazón. De muchas maneras Él se manifestará en tu vida de sacerdote. Me gustaría que esta esperanza llegara a los sacerdotes, diáconos y seminaristas de todo el mundo, para consolarlos y animarlos. No estamos solos, ¡el Señor está siempre con nosotros! Y quiere que seamos felices.


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Charles de FOUCAULD. Revista Eccesia, diciembre 1948

GINEBRA, 6 de diciembre.-Tiene lugar estos días en Ginebra una exposición de objetos personales y utensilios diversos, en relación con la vida y las aventuras del vizconde francés Carlos de Foucauld. La exposición es de un interés superlativo.

Pocas vidas, aun comparándola con la de los seres más extraordinarios, tan sorprendente, diversa y, finalmente, ejemplar, como la del misionero Carlos de Foucauld.
Ha sido militar, guerrero, trapense, servidor de las Damas-Pobres de Nazaret y eremita del desierto, finalmente, “Jamás retroceder”, como decía imperativamente la divisa de la aristocrática familia De Foucauld.

La exposición en cuestión ha sido abierta en Ginebra, bajo la autoridad de S. Exc. Mgr. Charrière, Obispo de Lausana, Ginebra y Friburgo; de Mgr. Petit, vicario general, y de otras autoridades civiles y eclesiásticas. Esta misma ex- posición, ha tenido ya lugar en París durante algunas semanas, más tarde en más de 20 provincias francesas, después pasó a Alemania, a Suiza Friburgo Ginebra, y de aquí irá primero a Bélgica, a continuación a la Península Ibérica y al fin dará la vuelta al mundo, puesto que América figura también en el itinerario.

Pero quizá algún lector se pregunte: ¿y quién es este Carlos de Foucauld? La pregunta, si bien sumariamente, vamos a responderla siguiendo las diversas estapas de la exposición. Antes, no obstante, citemos algunos de los párrafos pronunciados por el señor Obispo de la diócesis en el acto de la inauguración: “Cuando vi esta exposición en Lyón -dijo monseñor Charrière-, la deseé para mi diócesis. Ella nos permite comprender mejor las realidades esenciales que forman el fundamento y la cima de nuestra civilización occidental. Vivimos instantes tan turbulentos que es útil poner ante nuestros ojos las realidades admirables expresadas por la vida y la muerte del padre Foucauld.”


Se puede leer el documento completo en PDF: Foucauld (Ecclesia, Dic 1948) Se trata de un documento escaneado de un ejemplar de la época.

Casa de la Fraternidad Jesus Caritas, Goiás, Brasil. Carlos Roberto dos SANTOS

Hace muchos años, con el Padre Celso Pedro, el “vieux frère” de la Fraternidad Sacerdotal Iesus Caritas en Brasil, alimentamos el sueño de organizar la “Casa de Nazaret”: una casa de acogida basada en la espiritualidad del Hermano Carlos de Foucauld, que podrían acoger a hermanos para descansar o pasar tiempo en retiro espiritual e incluso de vacaciones, etc.

Hubo algunos intentos de poner en marcha este plan, pero no tuvieron éxito debido a las dificultades que se presentaron en cada momento.

En el año 2018 se abrió un kairos: por un lado, la jubilación del padre Carlos Roberto dos Santos, elegido responsable nacional, el emérito monseñor Eugênio Rixen, el deseo explícito de los padres Freddy Goven, Gunther Lendbradl y monseñor Edson Tasqueto Damián (para cuando sea emérito). Por otro lado, el Monasterio de la Anunciación estuvo disponible para acoger nuevos proyectos que estuvieran en comunión con la acción pastoral de la Diócesis de Goiás.

En el año 2020, mientras estábamos reflexionando sobre estas posibilidades, tomamos conciencia del elevado número de suicidios de sacerdotes en el clero de Brasil. Inmediatamente empezamos a preguntarnos qué podríamos hacer a partir de las intuiciones espirituales de san Carlos de Foucauld. Así fue como la “Casa de Nazaret” se convirtió en la “Casa de la Fraternidad”. Con este deseo, la Fraternidad de Brasil entró en contacto con la Diócesis de Goiás y presentó la solicitud de contrato por un año, para desarrollar este trabajo en el “Monasterio de la Anunciación”. Fue aceptado e iniciamos la experiencia el 18 de enero de 2021. Éramos cuatro hermanos: Carlos, Eugenio, Gunther y Fernando (ex monje del monasterio).

Objetivo general: la “Casa de la Fraternidad Jesus Caritas” no es un monasterio ni una casa terapéutica, sino un centro de vivencia de la espiritualidad del Padre Carlos de Foucauld. Un lugar para testimoniar el Evangelio y la vivencia fraterna con sencillez y humildad. ¡La oración es y será nuestra fuerza!

Objetivos específicos: la “Casa de la Fraternidad Jesus Caritas” es un lugar de acogida para descanso, oración y vida fraterna a los sacerdotes, diáconos, religiosos/as y laicos/as que quieran profundizar su vida espiritual. Pero también un espacio de acogida a aquellos que estén heridos, estresados o exhaustos existencialmente, y quieran crecer en su identidad vocacional.

Todo el trabajo se realiza a partir de la sencillez de nuestra espiritualidad: lectura y meditación del Evangelio, Eucaristía y adoración Eucarística, trabajo manual y conversaciones sobre la vida. Deseábamos que esta experiencia pudiera ayudar al “hermano retirado” a volver a lo esencial en su vida ministerial y, por “causa de Jesús y del Evangelio”, volver a casa con más ardor evangélico y lleno de esperanza, y ponerse al servicio de los más necesitados.

La Casa también ofrece acompañamiento espiritual y cursos o retiros a los sacerdotes, diáconos, religiosos/as y laicos/as que quieran. Además, albergará una biblioteca y archivo de la Fraternidad Sacerdotal Iesus Caritas en Brasil. Allí guardará y cuidará de los libros, de los boletines y toda documentación de la Fraternidad Nacional. Será, inclusive, lugar de investigación para quien lo desee.

Financieramente, estamos viviendo con muy poco: el compartir de los hermanos que aquí residen y las pocas donaciones de los hermanos de nuestras fraternidades. ¡Y cómo necesitamos ayuda…!

Los miembros residentes en la Casa de la Fraternidad viven diariamente una rutina espiritual en comunidad: oración de la mañana, adoración, misa diaria con el pueblo de la comunidad, comidas diarias y trabajos manuales. Una vez al mes hacen la revisión de vida, y una vez al mes el día del desierto, según los medios propuestos por la Fraternidad Sacerdotal Iesus Caritas.

¡San Carlos de Foucauld, ruega por nosotros!

Padre Carlos Roberto dos SANTOS
Responsable de la Casa de la Fraternidad


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Eric y Matthias en Formación permanente de Sacerdotes, Roma, febrero 2024

Eric LOZADA y Matthias KEIL, ambos miembros del equipo internacional de nuestra fraternidad de sacerdotes, fueron enviados por sus respectivas diócesis como representantes a un congreso en Roma. El Dicasterio para el Clero organizó allí del 6 al 10 de febrero una conferencia internacional sobre el tema “La formación permanente de los sacerdotes”. En este congreso participaron alrededor de 1.000 sacerdotes de 60 países diferentes.

En agradecimiento a los sacerdotes de nuestra Fraternidad Iesus Caritas, Eric fue invitado a sentarse en la primera fila durante la audiencia con el Papa. Esto le permitió reunirse directamente con el Papa. En su discurso, el Papa dijo, entre otras cosas: “¡Perdona siempre!”.
El objetivo de la formación permanente, es decir, de manera continuada, es renovar y profundizar el “amor pastoral” del sacerdote.

Eric LOZADA y el cardenal Lazarus YOU, Corea del Sur,, Prefecto del Dicasterio `para el Clero

Eric LOZADA y el papa Francisco

Eric LOZADA y Matthias KEIL en el Congreso de Formación permanente para el Clero en Roma


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Cuaresma 2024 Reflexiones e invitación a la Revisión de Vida. Aurelio SANZ BAEZA

Nos encontramos en un tiempo de gracia, de comunión con todas las personas de nuestro mundo que desean la paz, la concordia, la solidaridad hecha realidad con la humanidad que sufre. Nos encontramos también en un tiempo convulso, de inseguridades, de resoluciones pendientes de conflictos, de explotaciones humanas en sus diversas formas.
Son llamadas permanentes ante las cuales nos sentimos impotentes muchas veces.

También nuestra vida personal se ve afectada por todo lo de nuestro entorno, por el trabajo o el estrés de múltiples actividades, buscando más horas a cada día, o la inactividad por la edad, el cansancio, la enfermedad…

La palabra CONVERSIÓN viene de nuevo a nosotros en este tiempo, y podemos dejarla como en tiempo de Navidad como un adorno que acompaña la estación del año, porque es actitud necesaria para celebrar la Pascua, una de resurrección y otra de nacimiento. Es decir, que la conversión se puede quedar en un tópico que se repite anualmente, y pasar por nuestra vida como la curación de un resfriado o poco más.

Si observamos la conversión de Carlos de FOUCAULD, además de su personalidad, su pasado más reciente y su biografía hasta ese momento, hay una acción de Dios, que llama a su hijo, que pone en su camino a Henri HUVELIN, que cuenta con el apoyo espiritual de parte de su familia, tan angustiada por ese hermano, primo, tan inteligente y creador que resulta difícil comprender.

Ante esto, podríamos hacernos estas reflexiones:

1 ¿En qué aspectos de mi vida, de mi espiritualidad, de mi trabajo ordinario y de mis relaciones con los demás necesito cambios? ¿Me he acomodado a estar como siempre o siento que así no funciono bien? ¿Doy la cara por los demás, por el papa Francisco, por mis compañeros curas? ¿Doy la cara por los pobres que están conmigo?

2 La amistad con Dios, mi relación con él en la oración, en la celebración de la eucaristía o la Liturgia de las Horas, ¿está marcada por el rito repetitivo, rutinario, ordenado, o es expresión diaria, del presente, de mi momento actual y del mundo, con las inquietudes o alegrías del día? La adoración, la escucha de la Palabra, ¿qué lugar y tiempo ocupan en mi vida diaria? ¿Tengo tiempo para casi todo menos para orar y contemplar? La jornada de desierto, ¿es una prioridad? ¿Tengo, pereza, miedo…?

3 Cuando en un aparato electrónico son bastantes los cables de conexión y no acertamos dónde va uno y el otro, ¿cómo conecto desde mi buena voluntad en mi corazón la llamada de Jesús a trabajar en su Reino, la urgencia de respuestas desde mí mismo ante los conflictos humanos que hay cerca o lejos de mí? ¿Tengo capacidad de escucha a quien me necesita?

La Cuaresma es tiempo de conversión, No hagamos un mito o una idea más, o un adorno en nuestro conjunto de ser creyentes, fácil de explicar a los demás, pero difícil de afrontar interiormente.

Aurelio SANZ BAEZA,
fraternidad de Murcia

Febrero 2024


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Sinodalidad y proceso sinodal, promesa para el Tercer Milenio. Fausto FRANCO MARTÍNEZ

El enfoque sinodal es algo que nuestro mundo de hoy necesita urgentemente. En vez de perseguir la confrontación declarando la guerra y buscando vencer al otro, hacen falta procesos que permitan que las diferencias se expresen, se escuchen y maduren para así poder caminar juntos sin necesidad de aniquilar a nadie. Es una tarea difícil; implica paciencia y compromiso con el otro. Construimos un pueblo no con armas de guerra, sino en la tensión fructífera de caminar juntos.

Esta charla se impartió en Becerril de la Sierra (Madrid) en septiembre de 2021 en una convivencia del Instituto Español de Misiones Extranjeras (IEME)

El sueño de la sinodalidad

El camino de la sinodalidad es el camino que Dios espera de la Iglesia del tercer milenio. Se trata de la llamada de Dios a la Iglesia de nuestro tiempo, que tiene estas sombras: Falta de fe y corrupción. También abuso sexual, abuso de poder y abuso de conciencia perpetrado por un número importante de clérigos y consagrados. Esquemas y estructuras medievales y usos y costumbres fosilizadas e innamovibles.

El camino de la sinodalidad

En una Iglesia sinodal todos los bautizados son corresponsables, todos evangelizadores. Todo el Pueblo de Dios comparte una dignidad y una vocación común. Son sujetos activos de la evangelización. Este es el presupuesto indispensable para un nuevo impulso misionero que involucre a todo el Pueblo de Dios.

La sinodalidad obliga a revisar las estructuras eclesiales. Será necesario cambiar toda una serie de moldes y mecanismos jurídicos y pastorales que han perdido su razón de ser con el paso de los tiempos, que no sirven más pero sin embargo continúan hasta hoy intangibles.

La sinodalidad es profecía para el mundo. Además de un modo de ser eclesial, la sinodalidad vivida es una profecía para el mundo de hoy, abre nuevos caminos e indica nuevas metas para la humanidad.

Un proceso sinodal inédito

La particularidad de este proceso sinodal es que nunca antes se había planteado un sínodo con estas características. Algunos comentaristas se atreven a decir que es como un Vaticano III.

La sinodalidad no es un tema más. En los Sínodos anteriores se abordaron diversos temas de la vida de la Iglesia. En este Sínodo se va a plantear su misma vida, su esencia.

Escuchar al Pueblo de Dios no es un simple escuchar a las personas. La opción de consultar al Pueblo de Dios es fruto de redescubrir el valor insustituible del Sensus fidei Fidelium debido a la presencia del espíritu Santo en ellos. Por tanto se trata de escuchar la voz de Dios. Escuchar lo que el Espíritu quiere decir a la Iglesia.

Objetivos del proceso sinodal

La finalidad última de este Proceso no es sacar un documento. Va mucho más allá.

En primer lugar promover la conversión sinodal de toda la Iglesia. Es urgente un cambio de mentalidad en cada uno de los bautizados. Hay que vivir la experiencia de la sinodalidad en el día a día, como nuevo talante eclesial.

No basta la conversión personal. Es urgente dejar de lado vijos esquemas y engranajes del pasado y proponer nuevas herramientas que sirvan para mantener la transparencia del evangelio en nuestro mundo de hoy.

Desafíos que el proceso sinodal ha de afrontar

El clericalismo es el número uno de la Iglesia, que se partió en dos: De un lado la jerarquía-Papa-Obispos-Sacerdotes-, y del otro los fieles.

Hay asignaturas pendientes; por ejemplo el papel de la mujer en la Iglesia y la ley del celibato presbiteral; la postura a tomar con los miembros del colectivo LGTBIQ o la elección de los nuevos pastores, etc.

Perspectivas-Actitudes vitales

Diagnóstico global: O se da un cambio en los planteamientos de la Iglesia de manera real, visible y comprobable, o en el caso contrario, los fieles seguirán viendo a la Iglesia como presuntuosa, autoritaria y obsoleta.

Hay que confiar en la acción del Espíritu. Creer y esperar a pesar de todo.

Hay que dar primacía a los pobres. Una Iglesia pobre y para los pobres. Interesados en el cuidado de la creación, de la casa común.

Prestar atención al susurro del Espíritu en los acontecimientos.

Abiertos a nuevas ideas y nuevas propuestas, aun con el riesgo de equivocarnos.

Ser soñadores arriesgados. Los sueños soñados por muchos, tarde o temprano se hacen realidad.

Ser servidores esperanzados: Mediante nuestro interés e implicación personal todo este proceso sinodal, con nuestra oración y con nuestra participación en el ambiente donde nos encontramos, todos y cada uno de nosotros podemos contribuir a la renovación-reforma de la Iglesia según el Evangelio. Esta es la mejor manera de ser misioneros.


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