Una Iglesia que sale al encuentro, Manuel POZO

Una Iglesia que sale al Encuentro
“Id al mundo entero a predicar el Evangelio” (Mc 16,15)

ASAMBLEA MUNDIAL DE LA FRATERNIDAD IESUS CARITAS

Cebu, Filipinas, enero de 2019

Manuel POZO OLLER, fraternidad de España

  1. La propuesta del Papa Francisco: “Una Iglesia en salida”

“Evangelizar en esta época de grandes transformaciones sociales requiere una Iglesia misionera toda en salida, capaz de hacer un discernimiento para confrontarse a las diversas culturas y visiones del hombre” (Francisco, 9-V-2014). Salida no alocadamente sino como respuesta a la interpelación de Dios. Cada cristiano y cada comunidad es invitada a salir de la propia comodidad y atreverse a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio (Cfr. EG, 20)

Evangelización y caridad a la luz de la Evangelii Gaudium

La Palabra de Dios revela que en el hermano está la permanente prolongación de la Encarnación de Dios. “La Iglesia, misionera por naturaleza, tiene como prerrogativa fundamental el servicio de la caridad con todos. La fraternidad y la solidaridad universal son connaturales a su vida y a su misión en el mundo y para el mundo” (Francisco, 9-V-2014), porque la fraternidad y la solidaridad universal son partes connaturales a su existir y a su misión en el mundo y para el mundo. La Iglesia, misionera por naturaleza, tiene como prerrogativa fundamental el servicio de la caridad a todos.

Un proyecto apasionante de misión.

“Fiel al modelo del Maestro, es vital que hoy la Iglesia salga a anunciar el Evangelio a todos, en todos los lugares, en todas las ocasiones, sin demoras, sin asco y sin miedo. La alegría del Evangelio es para todo el pueblo, no puede excluir a nadie” (EG, 23). “Sueño con una opción misionera capaz de transformarlo todo, para que las costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda estructura eclesial se convierta en un cauce adecuado para la evangelización del mundo actual más que para la autopreservación” (EG, 27).

Evangelizar a los pobres y dejarse evangelizar por los pobres (EG 198)

Los misioneros al escuchar la interpelación de Dios que les pregunta por el hermano dan un paso adelante para “acoger con amor preferencial a los pobres, teniendo las puertas de la Iglesia abiertas para que todos puedan entrar y encontrar refugio” (Francisco 9-V-2014). En este contexto se entiende el sentido profundo y eclesial de una Iglesia pobre para los pobres que se convierte en sacramento de salvación para todos y desarrollar la capacidad de atracción más por el testimonio de vida que por el mensaje que proclama en palabras. La proclamación del kerigma tiene como primeros destinatarios los pobres porque  tienen una especial apertura a la fe; necesitan a Dios y no podemos dejar de ofrecerles su amistad, su bendición, su Palabra, la celebración de los Sacramentos y la propuesta de un camino de crecimiento y de maduración en la fe, para añadir a los Directores nacionales que ha de “partir desde los últimos, desde los pobres, desde aquellos que tienen dobladas sus espaldas bajo el peso y la fatiga de la vida.

  1. Iglesia en salida a imagen de Jesús encarnado.

Jesús vino para todos los hombres sin distinción de raza, sexo, cultura, religión, nación. Fue y es salvador universal, ofreciendo su salvación a toda persona, rica y pobre, culta e inculta, justa y pecadora. Acepta la invitación del rico e incluso se autoinvita a la casa del rico, como es el caso de Zaqueo (Lc 19,5), pero siempre invitando a la conversión. Igualmente comparte con el pueblo sencillo. Pero dentro de este claro universalismo, se da también una preferencia especial por los pobres y marginados.

No se trata de una preferencia arbitraria sino radicada en el amor de Dios, justo y misericordioso, que quiere una familia humana unida y solidaria y rechaza todo tipo de discriminación. La marginación es fruto del sistema pagano de salvación, que busca la felicidad en el dinero, el poder, la fama y el honor, y el placer, por lo que sus seguidores buscan y alaban a los que poseen y facilitan estas realidades y a su vez marginan a los que no las tienen. Jesús, fiel al plan del Padre, ofrece otro tipo de salvación auténtica y universal, porque va dirigida a todos y porque cubre todas las facetas humanas, las presentes y las futuras, desde el pecado hasta la muerte, desde la transformación del corazón de piedra en corazón de carne hasta la superación de la muerte con la resurrección. Con ello ofrece la plena felicidad.

En su ministerio eligió las periferias y se dirigió a los que estaban en ellas. Primero, en su existencia humana, elige hacerse hombre no de forma gloriosa sino encarnándose en una naturaleza humana igual a la nuestra, menos el pecado, y “pasando por uno de tantos” (Flp 2,7), que se tradujo en la elección de una familia pobre de un rincón de Galilea, donde vivió y creció como uno de tantos galileos desconocidos. De adulto elige Galilea como lugar de su actuación preferente. Galilea en aquella época era la región de los judíos poco estrictos en su observancia de la ley mosaica, frente al rigorismo que caracterizaba a los habitantes de Jerusalén y de Judea, con mayor formación religiosa y entre los que estaban las élites culturales y religiosas. Estaba habitada por una población rural que se ganaba la vida trabajando en los campos de los grandes terratenientes que habitaban en las varias ciudades griegas de la región y, junto al lago de Genezaret, por una población dedicada a la pesca. Entre esta población convivió y a ellos dirigió el mensaje del Reino. No consta que Jesús actuara en las ciudades griegas de la región, habitadas por las minorías económicas y culturales. Dentro de esta población Jesús tuvo también sus preferencias entre los sectores más marginados: los pecadores, los pobres, los leprosos, las mujeres.

Los pecadores. Cada sociedad tiene unas normas que definen lo ”cultural, moral y políticamente correcto”, aceptando a los que se mueven dentro de ellas y rechazando a los que no. Son normas que cambian con el tiempo y la cultura dominante. En el contexto religioso que vivió Jesús, dominado por una sociedad religiosa legalista que exalta a los justos que cumplen, los pecadores públicos son marginados. A ellos se dirige especialmente Jesús, que los busca (Lc 19,7), come con ellos (Lc 5,29-31), los per­dona (Lc 7,48-50; 22,61s; 23,42s), los ex­cusa (Lc 23,34) e incluso los llama a su seguimiento (Lc 5,27s). La razón es que «no necesitan médico los que están sanos, sino los que están mal. No he venido a llamar a conversión a justos, sino a pecadores» (Lc 5,31-32). Dentro de este grupo de pecadores aparecen los samaritanos, rechazados y despreciados por los judíos por su religiosidad paganizada. Jesús los pone como ejemplo de agradecimiento (Lc 17,11-19) y de misericordia (10,29-37).

Los pobres constituyen un grupo amplio, integrado por todas las personas que tienen ca­rencias de tipo diverso que les impiden vivir como personas e incluye a los misera­bles, mendigos, humillados, ham­brientos, li­siados, cojos, man­cos, ciegos, leprosos, viudas necesi­tadas, mujeres estéri­les (Lc 1,48.52.53; 6,21; 14,13.21; 16,20.22; 18,22; 19­,8; 21,3). Todos ellos son des­tinatarios privilegiados del Reino de Dios y, por ello, de la obra de Jesús (Lc 4,18; 7,22; 14,21; 16,20-25). Entre los marginados destacan los leprosos, a los que se les obligaba a vivir fuera de las poblaciones y consiguientemente viven excluidos del pueblo de Dios. A la población además le estaba prohibido acercarse y tocarlos. Jesús, por su parte, se acerca, toca y cura a los que vienen a él, pidiendo ayuda (Mc 1,40).

Las mujeres. Si todavía hoy existe marginación de la mujer, muchísimo más en tiempos de Jesús, en cuyo ministerio ocu­pan un lugar espe­cial, como pone de relieve san Lucas en su doble obra Evangelio-Hechos de los Apóstoles, donde se las menciona más que los demás au­tores del NT: en el relato de la infancia María e Isabel son las dos protago­nistas. Jesús las cura (Lc 8,43-48; 13,10-17), las de­fien­de (Lc 7,36-50; 13,10-17), las perdo­na (Lc 7,36-50), resuci­ta a una joven (Lc 8,49-56 cf. Hch 9,36-39) y al hijo de una viuda (Lc 7,11-17) y alaba a otra viuda (21,1-4), acep­ta sus servicios ma­teriales (Lc 8,1-3). Con­tra la cos­tumbre de la época, Jesús las admite en su segui­miento (Lc 8,1-3; 23,59), ­ y les enseña (Lc 10,38-42). Son las primeras testigos de la resu­rrección y reciben el encargo de anunciarla a los discípulos (Lc 24,1-11.22). Están presentes en el grupo que persevera en la ora­ción, esperando el don del Espí­ritu (Hch 1,14), se hace notar su presencia en la comunidad primitiva (Hch 6,1; 9,39; 12,12-17; 21,5), aparecen entre los primeros con­ver­tidos de cada nueva comunidad (Hch 16,14s; 17,4.3­4) y cola­boran en el apostolado (Hch 18,2.18.26; 21,9). Entre ellas María, la madre de Jesús, ocupa un lugar especial.

3. Belén y Nazaret, lugares en el extrarradio, en las periferias

Mas tú, Belén de Efratá, aunque eres la menor entre las familias de Judá, de ti ha de salir aquel que ha de dominar en Israel (Miq 5, 1).

Felipe encuentra a Natanael y le dice: “Aquel de quien escribieron Moisés en la Ley, y también los profetas, lo hemos encontrado: Jesús, el hijo de José, el de Nazaret”. Le respondió Natanael: “¿De Nazaret puede haber cosa buena?”. Le dice Felipe: “Ven y lo verás” (Jn 1, 45-46).

La referencia a Belén o a Nazaret como lugares que no eran tenidos en cuenta nos hace pensar que la lógica de Dios no es nuestra lógica. Es así que la Iglesia, y nosotros, miembros suyos, existimos para anunciar el Evangelio de Jesucristo, saliendo de nuestras comodidades o apatías, para ir donde están nuestros hermanos, también a las periferias, pues ante cualquier persona se aviva en nosotros la vocación de que todo hombre debe ser salvado en Cristo. Señalar la presencia de su Reino, que con Él mismo ya ha comenzado; provocar la invitación a acoger el don de la fe; llamar a los hombres a la conversión (cf. Mc 1, 15). Comunicarles, con un testimonio coherente y creíble, la seguridad y el gozo de la resurrección, para que vivan “alegres en la esperanza” (Rm 12, 12). Ayudarles a descubrir a Aquel que ya está en medio de nosotros, pero al que todavía no lo reconocen (cf Jn 1, 26). Hemos de ir a la vida, no “balconear”, sino meternos en las entrañas de la existencia, en el espesor de la realidad, como hizo Jesús.

Lo que realmente le importa a la Iglesia -continuadora de la misión de Jesucristo- es ser en verdad “sacramento universal de salvación” (LG 8), partiendo de las situaciones concretas que viven las mujeres y los hombres de hoy. Allí, en los diferentes “Belén” o “Nazaret” de los lugares donde habitamos, nos guía e interpela el Espíritu Santo a través de las necesidades y aspiraciones de los hijos de Dios.

  1. El estilo misionero y evangelizador de Carlos de Foucauld.

Podemos hablar con toda razón de una nueva forma misionera en Carlos de Foucauld. Nueva en el sentido de que la organización de la misión y la aplicación de sus recursos no son en absoluto esenciales. Él hablará de medios pobres y hará incluso una renuncia efectiva a todo resultado visible y calculable.

Carlos de Foucauld actuando así se vincula a la experiencia de los apóstoles. “Para convertir el mundo como los apóstoles, siendo la piedra angular y el Jefe de la Iglesia, como san Pedro, no hay que prepararse en adelante, ni durante años ni meses, ni días, ni un solo minuto; es preciso obedecer en cualquier momento a las órdenes de Dios”. (Comentario de la lectura en el Santo Evangelio, Mateo 4, 18-20, Nazaret 1897).

Con otras palabras, el abandono radical a Dios inspira una forma de vida y de acción misionera, que está directamente en sintonía con el proceder y las huellas de los apóstoles. Las primeras generaciones de cristianos nunca han programado sus empresas misioneras en el imperio romano. Evangelizaron simplemente e invitaron a vivir la novedad cristiana en medio de la sociedad pagana. En el último período de su vida, el Hermano Carlos de Jesús, de forma espontánea, hace referencia al ejemplo de Priscila y Aquila para encontrar nuevos caminos de evangelización aptos para todo el mundo a través del amor mutuo. “Hagamos como Priscila y Aquila. Dirijámonos a los que nos rodean, los que conocemos, los que están cerca de nosotros, y empleemos nuestros mejores recursos. Con unos, el discurso, con otros, el silencio, con todos el ejemplo, la bondad, el cariño fraternal, haciéndonos cercanos a todos para ganarlos todos para Jesús. (Carta a José Horas, 28 de abril 1916).

Ciertamente, esta evangelización llena de sencillez, sin cálculo, sin una planificación previa, no es una evangelización fácil. Es una evangelización abierta a la novedad que aporta las personas y los acontecimientos. Es radical porque nos orienta y dirige a la fuente de la vida cristiana y a la vivencia del Evangelio sin glosa. Si Carlos de Foucauld es un modelo y una referencia para la misión cristiana es, precisamente, por su unión a la fuente de donde brota la vida cristiana que no es otra que el mismo Dios.

  1. Preguntas para la reflexión y diálogo.

 

  1. ¿Qué podemos hacer para salir hoy al encuentro del ser humano y ofrecerle el Evangelio?
  2. ¿Cuáles son las periferias [existenciales, sociológicas,…] de la Iglesia universal en la actualidad? ¿En mi diócesis? ¿En el lugar donde vivo?
  3. Estamos insertos en una Iglesia santa y pecadora, ¿qué hacer para entrar en un proceso de conversión pastoral? La teoría puede complementarse con las monografías que se apoyan en la experiencia de vida.
  4. ¿Qué aporta al Evangelio la espiritualidad foucauldiana cuando queremos concretar lo que significa una Iglesia en salida con amor preferente por las periferias?

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