50º aniversario de la Comunitat de Jesús, familia Carlos de FOUCAULD

Queridos amigos y amigas:

Dentro de unos días se cumplirán 50 años del primer compromiso de hermanos y hermanas de la Comunidad de Jesús. El acto tuvo lugar en la ermita de la Santa Cruz de Montserrat; era el 29 de septiembre de 1968 y tomamos esa fecha como la de nuestra fundación por el laico Pere Vilaplana fallecido hace treinta y cinco años.

Celebramos hoy, con este encuentro y comida de hermandad estos 50 años de vida muy intensa acompañados de todos vosotros, familiares y amigos.

Aquel acto fundacional en Montserrat tenía razón de ser por los vínculos de comunión y amistad con diversos monjes de aquella abadía. Especialmente con el monje ermitaño Padre Estanislau Llopart, que presidió aquella celebración, y que para nosotros fue maestro de espiritualidad y consejero en el crecimiento personal y en el de la joven comunidad.

Hacía tres años que se había clausurado el Concilio Vaticano II y sus aires de renovación eran palpables en la Iglesia. Muchos laicos nos sentíamos llamados a vivir más comprometidos con el Evangelio en nuestra realidad cotidiana de trabajadores, de estudiantes, de hombres y mujeres jóvenes que nos íbamos abriendo camino en la vida. Era un momento social políticamente marcado por una larga dictadura heredera de la guerra fratricida de dolorosa memoria. Pero, culturalmente y también socialmente se divisaban cambios: Movimientos estudiantiles, sindicales, culturales y también espirituales. Con unos Pirineos más permeables que permitían mirar más allá, sobre todo hacia Francia, conocimos movimientos de renovación espiritual muy atrayentes. Así, tomamos contacto con la espiritualidad de Charles de Foucauld y de Albert Peyriguère. El mensaje que nos atrajo se concretava en: vivir el estilo familiar de Nazaret, ser cristianos en medio del Mundo. Contemplativos y activos a la vez. Un objetivo quizás demasiado ambicioso, visto al paso de los años, pero que, ciertamente, nos ha impulsado hasta el día de hoy.

Hemos vivido todo este tiempo, como bien sabéis los hijos, padres, amigos, hermanos en la fe, vecinos de Tarrés, con mucha intensidad. Con etapas evidentemente diferentes, vinculadas a la edad y las circunstancias familiares y laborales… Hemos llegado hasta aquí por el don de Dios evidenciado a través de buenos consejeros, de vuestra estima y, muy especialmente, en la contribución de todos los hermanos y hermanas que a lo largo de estos años han pasado por la Comunitat de Jesús y le han dedicado una parte importante de sus vidas. Hemos vivido momentos dolorosos, de crisis, de rupturas, inevitables y vinculadas a nuestra frágil naturaleza humana. Pero, también hemos gozado de momentos muy dichosos, de búsqueda sincera, de riesgo, de gratuidad en el compromiso, de crecimiento y maduración.

Es un don de Dios la Comunidad. Es un don de Dios vivir el Evangelio en Comunidad. La Amistad, carisma que nos identifica, nos ha unido y ayuddo para sostenernos en este seguimiento del proyecto de Dios, revelado en Jesús, y que no es otro que el del Amor. La Amistad vivida con un sentido evangélico ha arraigado en el ejemplo de la relación de Jesús con sus discípulos: exigente y respetuosa a la vez, siempre amorosa.

Antes de finalizar, queremos resaltar algunos agradecimientos concretos. No los podremos expressar todos como comprenderéis, porque el camino recorrido es largo y las vides cruzadas muchas:

En primer lugar al Padre Claretino Antoni Andrés que todo este tiempo nos ha acompañado con discreción, rechazando cualquier protagonismo, pero siempre disponible. Ha sido y es un ejemplo valiosísimo. A él nos vincula una íntima estima.

Hemos de estar muy agradecidos también a los diversos monjes de la abadía benedictina de Montserrat, maestros y amigos y desgraciadamente todos ellos ya fallecidos. Muy especialmente el Padre Abad Cassià Just, el Padre Estanislau Llopart, el Padre Vilanova, el Padre Oriol Diví y, últimamente el Padre Joan Carles Elvira. Su recuerdo nos acompañará siempre.

También agradecemos la comprensión y el apoyo a lo largo de estos años de los obispos diocesanos de Barcelona, Tarragona, Lleida, Valencia y Jaca, así como de sacerdotes y religiosos y religiosas de estas y otras diócesis y, si hay que destacar a alguno los reunimos a todos en la figura del Cardenal Narcís Jubany que creyó en nuestro proyecto comunitario y lo impulsó.

Tampoco podemos olvidar a la comunidad jerònima del Monasterio de San Matias de Barcelona. Una comunidad de monjas contemplativas abiertas al trato y al consejo a lo largo de estos cincuenta años.

Y muy particularmente estamos agradecidos a las fraternidades, comunidades y grupos de la Familia Espiritual de Charles de Foucauld tanto en nuestro país como en el extranjero. Han sido y son ejemplo de compromiso, pero, sobre todo sois amigos en el Amigo.

Un recuerdo especial también para nuestro amigo y hermano el Padre Michel Lafon, durante tantos años continuador de la presencia de oración y Servicio del Padre Peyriguère en El Kbab, Marruecos, actualmente en Burdeos y muy presente en el espíritu junto a esta ermita y en este pueblo que el bien conoce y aprecia.

No puede faltar nuestro agradecimiento al pueblo de Tarrés y a sus gentes. Sin la acogida que un día de hace casi cincuenta años nos disteis la Comunidad de Jesús hoy seria diferente, no sabemos cómo, pero diferente. Por vosotros celebramos, hoy, aquí este aniversario.

Y, para acabar. Sería ingrato no expresar el agradecimiento y la estima más grandes a nuestras familias, en aquellos comienzos a nuestros padres, casi todos en el recuerdo y ahora a nuestros hijos y nietos. Todos ellos, en realidades y contextos diferentes, tienen algo del espíritu de la s de Jesús; creemos sin presunción que, en su mochila vital, hemos puesto entre otros valores el de la Amistad escrita y vivida en mayúsculas.

Muchas gracias en nombre de todos los hermanos y hermanas de la Comunidad de Jesús.

Tarrés, 16 de septiembre de 2018

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