Carta de Navidad 2025 y Año nuevo

«Porque nos ha nacido un niño… y se llamará su nombre: Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz» (cf. Isaías 9,6).

Queridos hermanos,

En este tiempo de Adviento, mientras preparamos nuestros corazones, mentes y vidas para recibir al Niño Dios en Navidad, os escribo esta breve carta.

¡Es la Navidad de Jesús, una celebración de alegría, de esperanza y de luz!

¡Observemos el Nacimiento! ¿Qué vemos? Una escena sencilla, pero llena de significado: un pesebre con el Niño Jesús acostado; María y José admirando y cuidando al Niño Jesús con gran amor, pero también guardando en sus corazones lo que vieron, oyeron e incluso lo que no entendieron; los ángeles cantando, alabando a Dios y anunciando la presencia del Niño Dios entre nosotros; en esta alegría también vemos a los pobres pastores y a los Reyes Magos, y junto a ellos a los animales, las estrellas y toda la naturaleza con la exuberancia de la vida, pero oculta.

En esta hermosa escena de cantos y alegría, hay algo que no se menciona, pero que está ahí: hay un intercambio entre el cielo y la tierra. Es la grandeza del misterio de Dios-Amor que se encarnó, haciéndose pequeño y humilde, en la sencillez vivida por los pobres que se encuentran en los lugares más bajos.

El pesebre de Belén fue el inicio de la cercanía a los más sencillos y marginados. La gruta a las afueras de Belén, en medio de los pobres, fue el lugar donde el Hijo de Dios eligió nacer. Y allí revela que nadie está excluido de su amor y su gracia.

Todos estamos invitados a contemplar, meditar y orar sobre este misterio. El Hermano Carlos, sin duda, en medio del silencio, el trabajo y las tareas cotidianas, encontró en la vida de Jesús desde el pesebre el verdadero camino hacia el servicio, la imitación y la santidad. Desde su nacimiento, su Amado Jesús se identificó con los pobres y los que sufren, y él, el Hermano Carlos, hizo todo lo posible por imitarlo.

Hermanos, Belén está aquí, donde vivimos: en nuestras parroquias; en nuestras celebraciones litúrgicas; en las diversas obras pastorales que realizamos; en la multitud de migrantes que abandonan su país, dejándolo todo, buscando un lugar donde vivir con dignidad; en las víctimas de guerras impulsadas por el poder y la codicia; en la masacre de pueblos por ideologías de muerte.

Esa luz que brilló en el pesebre de Belén aún brilla hoy en la lucha por erradicar estas situaciones de muerte: el hambre en el mundo; por defender los derechos humanos, promover la justicia, la responsabilidad en el cuidado de los marginados y oprimidos, y desafiar los sistemas que perpetúan la injusticia.

Queridos hermanos y hermanas, al celebrar el nacimiento del Niño Dios, nuestro Amado, deseo que Él reine en nuestros corazones, en nuestros pensamientos, y nos inspire a ser instrumentos de paz y bondad en este nuevo año que se acerca. Inspirado por San Carlos de Foucauld, en mi nombre y en el de todo el equipo internacional, deseo a todos una Feliz y Santa Navidad y un bendecido Año Nuevo 2026.

Pe. Carlos Roberto dos Santos
Responsable internacional


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