A tres años de la partida de Mariano PUGA. Roberto GUZMÁN

Mariano Puga – Manano, Mariano Pulga, el cura obrero… – es de las pocas personas que uno conoce y no se te olvidan. Casi todo el mundo lo ubicaba en Chile. Tanto que en 2017 le robaron su morral de lana y apareció esta noticia en varias radios y TV hasta que alguien lo dejó avisando el lugar, porque allí iban unos remedios y su libreta de contactos. Todos lo quisimos. Los ‘patos malos’ también. Fue un cura jugado. Austero hasta la pobreza militante, se inspiró en Carlos de Foucauld. Vivió muchos años en su mediagua “la Penélope” en la población Digna Rosa, en Cerro Navia. Ahí lo conocí yo en 1986, aunque era amigo de mi abuela por el Sebastián Acevedo y la Vicaría de la Solidaridad. La Penélope tenía siempre huéspedes viviendo temporalmente allí o visitas de otras partes de Chile o de otros países. El día comenzaba en el pequeño oratorio a las 6 am., sin obligación. Alguien dijo : “Mariano Puga está presente en la conciencia de todos los curas de Chile”, no porque rezara mucho, sino porque seguía de verdad el Evangelio de cerca, y eso era notorio y nos producía alegría a moros y cristianos. Era un referente ético de los que la misma sociedad reconoce sin que nadie lo diga. Y era además simpático, paciente e impaciente al mismo tiempo, igual que Pierre Dubois. Atraía sin pedir que lo imitaran aunque era bien catete en sus ideas. Creo que entendía que no le hicieran caso (a Jesús y a Foucauld tampoco le hicieron mucho caso…). Fue un profeta enamorado y no siempre bien correspondido.


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